¿Cómo conjurar la noche omnipresente del fin del mundo? ¿Qué
castillo hubiese visto Kafka en la urbanidad de este borde de la tierra, o qué
tempestades se hubiesen desatado en el espíritu de Pushkin al contemplar la
calma blanca del horizonte? Sabemos que los Yamanas navegaban en sus canoas
cubiertos apenas por unas pieles, y que la temperatura ártica y su viento eran
para ellos marcas a la vez de soledad y de grandeza.
Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina
Y yo no tengo respuestas ni certezas, pero estoy acá, en
Ushuaia, y tengo fe en dios, en lo divino. La pureza de los glaciares Martial,
Vinciguerra y Alvear, me enmudece, la belleza es tanta que provoca lágrimas.
Andes Fueguinos, Ushuaia, Argentina
Faro del fin del mundo, Ushuaia, Argentina
La temperatura raramente alcanza los 23 grados acá en esta
australidad total ushuaiense. En primavera, los vientos enloquecen, avanzando
hacia el océano por el Canal de Beagle –o canal Onashaga, como le llamaban los
pueblos originarios de la región- a más de 100 km/h. Los días más largos
acontecen en verano, cuando se celebra el sol de 15 a 23. Pero ya en otoño, la
naturaleza se enfría tanto –unos 18 grados bajo cero- que el mundo acá en
Ushuaia se cristaliza. En invierno la nieve se fija al suelo helado y la luz
espejea fantasías polares en la superficie blanca.
Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina
Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina
Me pregunto, mientras bebo vodka para no perecer, ya que
vengo del subtropical litoral argentino, si los onas tenían pesadillas o si las
estalactitas de las cuevas del Glaciar Alvear, en los Andes Fueguitos,
despertaban en ellos arquetípicos deseos eróticos.
Glaciar Alvear, Ushuaia, Argentina
Los selk’nam cazaban guanacos y con su carne se alimentaban
y con las pieles y los cueros se hacían la ropa y las casitas. Los selk’nam no
acostumbraban a servirse de los recursos del mar, sólo las tribus de más al sur salían con esas canoas, los selk'nam iban de a pié, tal como lo refiere la traducción del yamana, lengua compartida en todo el territorio de Tierra del Fuego. Los selk’nam
eran austeros y silenciosos, según cuentan, y para ellos el hambre, así como
las emociones más frecuentes, eran sinónimo de debilidad. La palabra yámana
quiere decir humanidad, humano, pero humano en cuanto vive y goza de salud.
Onas, Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina
Pueblos Originarios de Tierra del Fuego, Argentina
Hace cinco días estoy acá. Tiemblo de fiebre, o de pasión. He caminado entre la nieve deseosa de ascender al cerro Castor para
practicar esquí, y hasta de llegar a pié hasta el Faro, pero como el agrimensor
kafkiano, me perdí entre las casas y la gente, me involucré con el
fuego de esta tierra helada. Mientras, las tormentas de nieve me transportan como los carruajes delirantes de la
noche rusa, me pregunto si algún día podré volver a casa
Antonio estudió en las casas del campo, en los bordes de
bronce de los monumentos, en el suelo de su Corrientes natal, donde Paso de los
Libres transcurre entre las remembranzas perpetuas de batallas que signan el devenir del país. En busca del frescor de la libertad en Paso de los
Libres, Corrientes, Argentina, es el nombre de esta nota, que claro, se
hizo al son del chamamé, y que trata de un correntino que habla de su ciudad
en primera persona del singular, de cosas que le gustan más y cosas que menos. (A.T)
Paso de los Libres, Monumento a Madariaga
Me llamo Antonio,
Antonio Acuña, tengo 26 años y vivo en Paso de los Libres. Como en toda la
región, aquí el clima es tórrido, y la humedad se hace notar todo el año, y es
por eso que hay mucho verde, muchos animales, principalmente muchas aves cuyos
gritos y cantos parecen eternos, -idea que alguna vez postulara Borges al hablar de eternidad-, porque de
generación en generación estos cantos son idénticos, hasta el punto de que nos
preguntamos si no son siempre los mismos tucanes los que despliegan ese
carraspeo estirado, ronco y agudo, repetitivo y bitonal.
Paso de los Libres, Corrientes, Argentina
Estudio historia por mi cuenta desde hace unos años. La
historia de mi ciudad es lo que primero me interesó. Paso de los Libres es una ciudad importante: se recuerda aquí la lucha de los 108 valientes en 1843. Los Madariaga son llamados unitarios por unos, federales por otros, lo cierto es que querían organizar el territorio sin depender del arbitrio de la lejana capital federal; años después, cuando Rosas hacía rato ya que no estaba, con Mitre gobernando el país, Paso de los Libres fue arena de la batalla de Yatai, en 1865, que definió el resultado de la guerra de la Triple Alianza contra el
Paraguay, dando la victoria de los aliados: Argentina, Uruguay y Brasil -dirigidos por
Inglaterra-, victoria que devino en el genocidio de la población paraguaya.
Paso de los Libres, Laguna Brava
Y el paisaje aquí es de una serenidad, que por más que uno
lo mire y lo mire no llega a descubrir dónde fue que estuvieron los soldados. La
cuenca del arroyo Yatai, cuyo cauce manso avanza hacia el río Uruguay, hacia la
tierra de las palmeras que le copian el nombre en Entre Ríos, rebosa de
sosiego. Los indios Yaros fueron quienes primero empaparon sus cachetes
morenos en esta aguas pacíficas.
Paso de los Libres, Arroyo Yatai
Cada tanto necesito ir a Brasil, a Río Grande do Sul, a
completar mis investigaciones sobre la primera mitad del siglo XIX. Entonces
cruzo el Puente Internacional, que comunica Paso de los Libres con Uruguaiana.
Paso de los Libres, Puente Internacional
Si me preguntan por el carnaval, debo confesar que desde mi
punto de vista, se trata de una fiesta que perdió hace mucho su carácter
popular. Pero tengo mis favoritos. Acá, en Paso de los Libres, los grupos
carnavaleros compiten cada año por ver quien es el más “sabrosón”. Mis amigos de
Carun Bera y Shangay son esos favoritos de los que hablo,
sus colores, sus puestas en escena, me resultan verdaderamente mágicos.